26/11/15

Otoño



La tarde nos regala aromas inocentes,
como de niño chico,
tras los gruesos olores del verano.
La luz se ha vuelto tibia, delicada.
El alma se sosiega
y los ojos,
cansados de relumbres,
otean las alturas en busca de aire fresco.

Es el plácido otoño
que vino de repente.
Llegó ayer, en silencio,
cargado de tristezas amarillas
y ocres melancolías.
Más tarde,
cuando se vuelva viento,
rondará por las noches silbando en las ventanas
de doncellas ardientes.
Y al alba traerá
bandadas de hojas muertas
descendiendo en zig-zag:
de mi alma a la tuya,
de tu alma a la mía.

Otoño reincidente,
matando un año más,
sin premeditación ni alevosía,
el brillo de oropel de otro verano...

Cuando lleguen tus tediosos domingos
de interminables tardes,
soñaré con sus ojos,
dibujaré sus labios con mi dedo
en el húmedo vaho de la ventana.
Y luego miraré como se elevan en raudos remolinos,
desde el parque desierto,
las hojas de los álamos mezcladas
con sucias servilletas de papel
que el verano olvidó entre los parterres...

Otoño de tristezas amarillas,
de ocres melancolías.
Otoño de sosiegos...

Es el plácido otoño
que llegó, de repente...


Octubre-2010



De "Versos al atardecer: Sueños" (2010-2013)

          
















22/11/15

El puente


He cruzado el viejo puente
sobre el río.
Apoyado en la baranda
he observado la corriente
y he sentido
deseos de tocar el agua,
de hundirme en sus remolinos
por ver si haciendo el camino
sumergido en la corriente,
doy a mi vida sentido.
El río sabe dónde va,
pero yo,
descarriado caminante,
he olvidado mi destino.

He cruzado el viejo puente
y después de un tiempo eterno
observando la corriente,
he seguido mi camino. 


De "Versos al atardecer: Sueños" (2010-2013)



18/11/15

Razones para el verso (estancia)


"Ningún hombre pondría una sola palabra en papel si tuviera el valor de vivir lo que cree" 
Henry Miller



Escribir, ¿es acaso cobardía?
¿Es dormir la conciencia?
Escribir es volver a la inocencia
que perdimos un día.
Yo nunca escribiría
solamente por ocultar mis miedos,
¡sería cosa macabra!
Procuro que se abra
mi mente a la belleza de este mundo,
a ese sentir profundo
que sólo sé expresar con la palabra.

No se escribe tan solo por despecho.
Lo hacemos, sobre todo,
para dejar constancia de algún modo
de lo vivido y hecho.
Nos asiste el derecho
de contar nuestras penas y alegrías
a quien oírlas quiera.
No es ninguna quimera
el querer trascender desde esta vida,
el buscar la salida
al túnel de la muerte, tan certera.

Y así, canto a la luz que hay en tus ojos,
al brillo de tu pelo,
a la hoguera que prende en ese cielo
de atardeceres rojos.
Nunca pondré cerrojos
a mis versos, pues son libres cometas
cargados de ilusiones.
Siempre habrá mil razones
para pintar con ellos la belleza
y limar la rudeza
que habita en los sombríos corazones.


De "Versos al atardecer: Vivencias"- (2010-2013)



15/11/15

Instantánea




                                      "Quizás los ojos se me oscurecieron por la tristeza", me dijiste.

                                                                  
                                                               A Lyliam

Estás mirando a cámara, no hay duda,
pero sorprende
esa sombra de cansancio y hastío
en la mirada.

Tu pelo negro brilla
con un brillo apagado
bajo una luz difusa que presiente
la llegada inminente
de un triste atardecer adelantado.

Tiemblan, sin apenas abrirse,
los labios,
silenciosos,
como fríos de besos...
¡tan pálidos!

Una mano apoyada
sobre un mantel monótono,
como un níveo lago de montaña
sobre el que naufragaran
cien rosas desmayadas, casi inertes.
Los dedos, escondidos,
como apuñando, para que no se escape,
el último vestigio de niñez
que aún conservas.

La otra,
colgando a tu costado,
escondida
tras esa otra mano descarada, atrevida,
invasora de tu espacio vital
(¿tal vez premonición?)

Pero son esos ojos,
tus ojos,
los que más cosas cuentan
de este momento único,
tan fugaz y, a la vez,
casi eterno.

Ojos oscurecidos por la duda,
por la pena tal vez
al presentir la negra oscuridad
de un futuro sin risas...

¡Son tan claros ahora!
Y es que al final, la vida
-a veces justiciera-
te devolvió diluida en dos lagos azules
aquella montañita  de sueños en almíbar
que entonces te robaron
y luego congelaron
tras la luz cegadora de un frío flash
en una sorprendente
y aséptica instantánea.




De "Versos al atardecer: Vivencias" (2010-2013)















11/11/15

A Machado en el exilio



Ya se ve en tu mirada la tristeza,
preludio de los días
en que se derrumbó tu fortaleza
al saber que ya nunca volverías
a pisar esta tierra por ti amada
donde abriste caminos y veredas,
donde soñó paisajes tu mirada
entre páramos yertos y roquedas.

Fuiste, Antonio, poeta de la vida
en un tiempo de iniquidad y muerte,
poeta conmovido por la herida
de una España ignorada por la suerte.
Aún resuena tu grito en la montaña:
"Otra vez -¡otra vez!- oh, triste España!"

¡Cuán  injusta la vida fue contigo!
¡Qué absurdo verte a ti como enemigo!

Tú, que amaste la esencia de esta tierra
castigada por siglos de injusticia.
Tú, que odiaste las armas y la guerra,
consecuencias del odio y la codicia.

Al final, fue razón
pues de las dos España hubo una
que heló tu corazón.
Sabido es, en tiempos de doctrina
nunca hicieron historia los poetas
de sangre jacobina.

Mas, la España de rezo y sacristía,
de intenso olor a incienso y a cerrado,
de flores a María...
no pudo con los versos de Machado,
no logró desterrar su poesía.

                      
          De "Versos al atardecer:Vivencias" (2010-2013)


























5/11/15

Sueños de papel



 Soñaba por soñar
y una tarde de abril,
cansado de arrojar
tanto sueño infeliz
al olvido del mar,
me dio por escribir.

Y escribí sobre el cielo,
sobre la madre tierra,
sobre paisajes yermos,
sobre unos ojos negros,
sobre labios de fresa...
sobre el ansiado amor.

Y me nombré a mí mismo
valiente caballero,
seductor y altanero
atractivo y galán.
Y mis versos gritaron
contra la adversidad,
contra esa soledad
que enferma el corazón.
Y mis versos amaron
fabricando caricias,
inventando romances
de infinita pasión.

Luego yo los leía
y hasta los releía
y a base de leer
terminé por creer
que todo era real.

Que ese "amor" me llenaba
de sensaciones nuevas
cuando hasta mí llegaba
desde el frío papel.
Que llenaba mi cuerpo
de caricias y besos,
de abrazos, de secretos
que saciaban mi sed.
Que inundaba mi alma
con la lluvia infinita
del amor legendario,
del amor asombroso
que siempre imaginé.


Pero la madrugada
de tentáculos verdes
siempre me despertaba
con su frío glacial.
Y los sueños se iban
detrás de las estrellas
en cada amanecer.

¡He escrito tantos versos
para no salir nunca
de mi pálida piel!
¡Tanto suspiro al aire
sin destino preciso,
sin encontrar el eco
de otro suspiro igual!
¡Cuánta ilusión ahogada
en palabras de agua,
en vacíos vocablos
que nadie leerá! 

Y al caer el telón
de mis noches en vela,
terminaba sin fuerzas,
sin deseos, sin ganas
de seguir escribiendo,
de seguir derramando
negros ríos de tinta
sobre el páramo helado
de mi fría soledad.

Terminaba mirando
con fijeza excesiva
a una luna apagada
enfermiza y sin fe
que en franca retirada
se alejaba mohína
desfilando cansada
al igual que mi alma 
sobre una pasarela
  de sueños de papel...


De "Versos al atardecer: Vivencias" (2010-2013)