De nuevo llora Willians en mi viejo pecé
con su más dulce llanto -Memorias de una Geisha-
y esa boquita roja que ilustra la
portada
sobre níveo
rostro de fina porcelana
remoza con su luz mi excitable
memoria
y hasta el palacio gris de mi terca
nostalgia
parecieran volar las notas del
violín
en busca de tus ojos, dos gemas rutilantes,
en busca de tu imagen de geisha
azul, lejana.
Y acuden en tropel aquellos dulces
días
en que te ibas dejando sin siquiera
saberlo
melíferos trocitos de ti por los rincones
de mis horas sin alma.
Regresan agolpados los recuerdos
cual fantasmas surgidos de la
niebla
golpeando con fuerza en mi ventana
pidiendo que les abra,
que traen para mí, prendida en sus
embozos,
tu imagen de princesa enamorada
para hablarme de nuevo de promesas,
de sueños imposibles,
de soledades muertas,
de anhelos infinitos en la noche
bajo la luna llena,
de aquel tiempo feliz y compartido
que ahora yace enquistado
en mi frágil memoria de cristal
de donde solo el eco ya me llega
cual susurro del viento entre las
ramas
de un sauce malherido y
soñoliento.
Y acuden, enlazadas con las notas,
tus hermosas palabras,
aquellas que impactaron como
dardos
en mi yerma desgana
para sembrarla de fértiles
semillas
que al brotar se dejaron en mi
huerto
feraces plantaciones de esperanza.
Pero esas mismas notas de violín
me traen también olvidos y
distancias
que se elevan como una cordillera
que levanta sus crestas imposibles
entre mi corazón y tu silencio,
entre tu frialdad y mi nostalgia,
hiriendo mi ilusión como una
espada
entre la oscura noche de mi ocaso
y la brillante luz de tu alborada.
Febrero-2014
De "Con cada nuevo otoño" (2014-2016)