27/9/16

Nunca el tiempo es perdido


Nada es inútil, nada
es vida derrochada.
Nunca el tiempo es perdido
cuando lo utilizamos generosos
en avivar el fuego que conserve
despierta la ilusión.
Todo aquello que hacemos sin presión
nos hace renacer
en cada nuevo día.
Es fuente de esperanza, de alegría,
es inundar de luz y de armonía
el propio corazón.

Nunca el tiempo es perdido cuando amamos
con un amor sublime
todo aquello que hacemos o afrontamos
para seguir creciendo como hombres,
para ser más persona cada día.

Admirar un hermoso atardecer,
pasear por un parque con palomas,
aspirar de las rosas el aroma
o pasarse las horas contemplando
la inmensidad del mar...
nunca es tiempo perdido.

Deshacer un dilema,
escribir un poema
o escuchar veinte veces por lo menos
una bella canción...
nunca es tiempo perdido.

Solo pierden el tiempo los que absortos
se olvidan de ellos mismos
para poner sus vidas al servicio
del más duro y feroz materialismo.

Ellos son los que pierden todo el tiempo
mientras dicen y gritan
mil veces cada día,
como en una terrible letanía,
que el tiempo es oro...¡ORO!,
que los segundos cuentan,
que cada uno es vital para seguir
sumando dividendos.

Son los mismos que,
por falta de tiempo,
salen siempre corriendo
cuando ven acercarse algún poeta
que en voz alta y tranquila
proclama a todo aquel que oírle quiera
aquello tan sencillo y evidente
que muchos ya olvidaron:

¡El tiempo nunca es oro,
el tiempo es siempre vida!




 

6/9/16

Un café solo


Mesa y café. 
Momento dulce 
para mirarme 
por los rincones 
de mis derrumbes. 
Para encontrarme 
conmigo mismo. 

Tregua serena, 
para cambiarme 
la ropa sucia 
tras la batalla 
por la decencia. 
Para cubrirme 
mis paradojas 
con tibias gasas 
de dignidad. 

Pausa precisa, 
para ser, sólo 
por diez minutos, 
pieza que encaje 
en el engranaje 
de mis ideas. 
Para engrasar 
la noble rueda 
de mis propósitos, 
esa que oxidan 
día tras día 
las humedades 
de este sistema 
frío, parcial. 

Un café solo 
para curarme 
los arañazos 
de ese felino 
sediento y ávido, 
de ese salvaje
 libre mercado 
neoliberal. 

Un café solo
a solas conmigo. 
Luego, a la calle, 
a ser de nuevo 
sólo carnaza
 para un sistema 
ciego y voraz.