su rostro
encendido tras el promontorio
para sacar
brillo a mis más viejos sueños.
Unos sueños que ya desde niño
Unos sueños que ya desde niño
ansiaron
conquistar el mundo
y que
no sabían que algún día lejano
perderían
el lustre
e
incluso hasta el nombre.
Hoy se han vuelto grises, igual que mi pelo.
Hoy son
sueños blancos sin otra intención
que
abrazar el alba en cada nueva aurora.
Esta luna azul
que
sonríe cual niña traviesa,
me
arrastra tras ella,
me
lleva en volandas
hasta
el sitio exacto del dulce recuerdo,
a otra
luna llena de otro julio cálido
de hace
mucho tiempo
donde
unos labios sedientos de fuego,
trémulos
de frío,
rondaban
alientos para que otros labios
saciaran
su sed.
Días de ambrosías,
de esencias de rosas y elixir de
besos.
Allí
las hogueras ardían sin mesura,
sin
ningún sentido.
De sus
llamaradas,
al filo
violeta de las madrugadas,
tan
solo quedaban
las
frías cenizas del perfecto hastío.
tras
las horas álgidas de los desvaríos.
Aquel
era un tiempo de vino y estrellas,
de puro
derroche,
de
errante locura.
Un
tiempo que entonces creíamos feliz
porque
nos sobraba,
porque
nos manaba por todos los poros.
Mas, ya
nació muerto,
con la
fecha exacta de caducidad
escrita
en sus horas.
Aquel río de "dicha" nunca llegó al mar.
Detuvo
su curso
en los
ojos ciegos de un puente obstruido
por
tanta resaca,
en las
horas yermas ahogadas en copas
de
cáustico alcohol,
en el
deambular con rumbo perdido,
con el abandono
de las
marionetas tras el festival.
Aquel otro julio incendió la sangre
de
todos a un tiempo
y puso
a enfriar
cualquier
llamarada de posible amor.
Por eso esta luna tardía de julio
apenas
me habla.
Solo es
un remedo de aquella otra luna,
una
cruel parodia
que
solo me sirve para recordar
que
hubo un tiempo cierto,
un
único tiempo
que se
me escapó como escapa el agua
por
entre los dedos.
Un
tiempo precioso que huyó tras la luna
y allá se
eterniza en perpetua agonía,
igual que el fulgor mortecino
de aquellos
que un día fueron sueños áureos
-mis
sueños de entonces-
hoy ya sueños rotos.
hoy ya sueños rotos.