Con cada
nuevo otoño
vuelves a
mí sonriendo,
renovada y
rotunda.
Te creces
ante el tiempo
desafiando
el fracaso
de las
horas perdidas.
Eres agua
embalsada
que nunca
se evapora,
que busca
cualquier grieta
en mis
viejos recuerdos
para
inundar mi valle
con ríos
de ternura.
Me llegas
envolvente
como el
viento de octubre
al fenecer
la tarde.
Y, como
él, me anulas
los
sentidos, el alma
hasta
creer que existes
como
antes, como entonces,
de nuevo
en mis desvelos.
Eres sabor
intenso
a besos
infinitos.
Y, cual
fruta madura,
estallan en
mi boca
refrescando
mi angustia
cuando la
sed me abrasa.
Eres
todo…eres nada
en cada nuevo
otoño
de mi
agostada vida.