25/10/15

Platero y yo

                         -I-
Préstame, Juan Ramón, unos días a Platero.
Que quisiera mostrarle esta luna de abril
que asoma su carita arrebolada
por detrás de los pinos.
Esta luna, la misma, que él se bebió una noche
en un cubo de agua con náufragos luceros.

Déjame que le hable de la flor del camino
o del paisaje grana en los atardeceres del verano.
Que lo baje hasta el río
para que su bocaza de burro asustadizo
se llene de nenúfares azules al beber de sus aguas cristalinas.
Y para que, a la tarde,
cuando el sol achicharre con sus rayos al pueblo,
subamos él y yo a lo alto del cerro
a echarnos la siesta
bajo la sombra densda y refrescante
de nuestro amigo, el pino de la Corona...

¡Hablé tanto con él cuando a mis quince años
lo descubrí una tarde de verano 
transportando tu espíritu "nostáljico"!
¡Cómo os echo de menos!
Tú, de negro,  espigado,
con esa barba nazarena de bohemio arrepentido,
cansado ya de viajes y de urbes populosas.
Él, pequeño, rebelde,
todavía un burro-niño,
con ansias de trotar entre las florecillas
que tapizan el prado.
¡Vaya par de poetas soñadores y extraños!
Con la sola presencia de vuestros desvaríos
regresando del campo borrachos de verdores,
asustabais a los niños pobres de Moguer
cuando jugaban a ser mendigos al anochecer
por las últimas callejas del pueblo...



                                  -II-

¡Préstamelo unos días, Juan Ramón! 
Que quisiera contarle 
cómo ha cambiado el mundo desde entonces. 
Le diría, por ejemplo,
que apenas hay ya hombres en los campos. 
Que aquellos niños pobres de Moguer,
hace tiempo que dejaron de jugar a fantasmas 
en los anocheceres con niebla del invierno. 
Que el coche de las siete ya no pasa,
que ya no trae viajeros hasta el pueblo. 
Y, tal vez lo más triste, 
que apenas quedan burros,
que casi se extinguieron.
Y es que ya, no los necesitamos.
Porque ahora nuestros burros son mucho más veloces. 
Para llegar los primeros al vacío infinito de la vida 
o a la infinita nada de la muerte. 

¡Ay Platero! 
Daría cualquier cosa por volver 
a mi atormentada adolescencia.
Y pasear contigo 
por los blancos caminos de mis eternos miedos. 
Para, al anochecer,
volver de nuevo a casa
sobre tu trote alegre de burrillo asustado, igual que yo.
Deseando los dos que lleguen cuanto antes nuestros miedos 
a la segura calidez de las primeras callejas del pueblo.
El mismo pueblo que al amanecer,
bajo la suave caricia de un sol recién nacido,
se transformará en el bello y seguro paraíso 
de los burros miedosos como tú 
y de los hombres tristes como yo.


¡Ay Platero!

        
           De "Versos al atardecer: Vivencias" (2010-2013)



4 comentarios:

  1. Preciosos versos...cantares ...segusillas ...y tantas letras bellisima en sun versos ...gracias mi querido amigo por este regalo a nuestros ojos ...
    un gran abrazo por tu cariño y amistad

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  2. Gracias a ti Marina por tu lectura.

    Abrazos

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  3. Estoy disfurtando de esta selección de versos de tu libro. Éste me ha llegado al alma. Enhorabuena por tan alta calidad en todos ellos.

    También yo soñé con Platero, símbolo de tantas cosas hermosas y perdidas...

    Un abrazo

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    Respuestas
    1. Me alegra saber que compartes mi admiración por ese burrillo travieso y por su autor, Volarela.Siempre ha sido uno de mis libros favoritos.
      Gracias por esta sorpresa...

      Un abrazo

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